Un buen empleo es la coincidencia de un grupo de circunstancias laborales positivas que no sólo nos completan profesionalmente, sino que nos enriquecen, también, en el ámbito personal. Conseguir un buen empleo no es tarea fácil, pero es importante tener nociones claras de cuáles son estas circunstancias que lo definen.
Por supuesto que cada trabajador ponderará ciertos parámetros por sobre otros, pero objetivamente se pueden definir una serie de elementos que hacen a este tipo de trabajos ideales.
En este artículo te presentaré las señales que debes buscar para saber si estás trabajando en el lugar indicado.
Estas son las 21 señales de que estás en el trabajo correcto
- El tiempo pasa volando: ¿Alguna vez has pasado un día completo sin mirar el reloj? Si esto te sucede a menudo y no viene acompañado del sentimiento de que no has tenido tiempo para hacer nada, estás en el trabajo adecuado. Está demostrado científicamente que el tiempo vuela cuando estamos enfocados en tareas con la cuota justa de dificultad como para entretenernos y pasarla bien.
- Te encuentras con nuevos desafíos a diario: Lejos de la monotonía, tu jornada laboral nunca es una rutina estricta. Todos los días hay un objetivo nuevo o un problema fascinante que resolver. A menudo te ves testeando los límites de tus capacidades y nunca se te critica por los errores mínimos que puedas cometer, típicos del proceso de aprendizaje y resolución.
- Le recomendarías tu empresa a tu familia y amigos: No dudarías un segundo en hablar maravillas de tu empresa a quién te consulte por ella. Estás completamente involucrado con la compañía y te gustaría que todos pudieran saber lo que se siente trabajar allí.
- El café deja de ser una necesidad: Ya no necesitas cafeína para existir, sino que pasa a ser un placer. No tienes problemas para mantenerte despierto mientras te desempeñas en tus tareas. Tu energía es provista por las mismas tareas que tienes que realizar y no es común que te sientas abrumado.
- Puedes ser tú mismo: No tienes que fingir ser el ejecutivo del siglo para quedar bien con tus jefes y compañeros. Puedes exponer tus opiniones e ideas sin ser juzgado por el entorno. Nunca tuviste que cambiar nada de tu esencia para encajar con los demás.
- Tu jefe te potencia: Lejos de ser un tirano opresor, tu jefe es un compañero que siempre se preocupa por darte el trabajo justo como para incomodarte, pero no frustrarte. Las reuniones con él son completamente relajadas y productivas. De hecho, disfrutas pasar tiempo juntos. Sabe cómo incentivarte a diario, conoce tus objetivos y te plantea, a menudo, metas coherentes con los mismos. Puedes confiar en él.
- Tus compañeros son tus amigos: Disfrutas de las reuniones after office con ellos de la misma forma que lo harías con tus colegas. Es común que los veas o hables con ellos fuera del horario laboral. Sabes que puedes confiar en ellos si necesitas cualquier tipo de favor o ayuda. Es más, ellos son capaces de darse cuenta cuando algo anda mal contigo antes de que lo menciones.
- Tus superiores son tus pares, fuera de la diferencia jerárquica: ¿Alguna vez el CEO te ha hecho un comentario adorable en el ascensor? Puedes acudir a cualquiera de tus superiores en busca de ayuda, consejo o apoyo en cualquier momento. Si bien la diferencia de responsabilidades existe, nunca has sentido que eso trascienda el organigrama. El trato entre trabajadores es el mismo, sin importar su posición.
- Tienes tiempo libre para disfrutar: Tu trabajo no ocupa horas de tu vida privada. Tus tareas no afectan negativamente el resto de tu día. No necesitas llevarte trabajo a casa para no caer por debajo de tus objetivos. La empresa te permite momentos de ocio durante la jornada porque entiende que estos mejoran la productividad.
- Tu supervisor es un líder: Un líder sabe cómo guiar a su grupo hacia el objetivo común. Tu jefe es un motivador. Sus funciones, lejos de ejercerse mediante el miedo, se dan mediante un tono de amabilidad y empatía. Es una persona que sabe compartir tus logros y asume la culpa correspondiente de tus fracasos.
- Los domingos no te entristecen: La noche anterior al primer día laboral de la semana ya no es más un pesar agónico. No te desgana pensar en lo que tendrás que hacer en la oficina mañana. Tienes los suficientes incentivos como para irte a dormir con ansias por la jornada que estás por encarar.
- Los lunes te entusiasman: Llegas a la oficina primero que todos. No te importa porque estás completamente feliz con lo que te espera en el día. Te entusiasma estar en el trabajo y aprovechas haber llegado antes para organizar tus cosas y relajarte desde temprano.
- Hablas todo el día de tu trabajo: De manera positiva, por supuesto. Tienes a diario anécdotas interesantes y desafíos que te mantienen generando nuevas ideas todo el resto del día. Siempre tienes recuerdos graciosos de tus compañeros. Sólo procura ser bueno contando anécdotas para no aburrir a quienes tengan que escucharlas.
- Eres un referente en tu área y tus compañeros te piden consejo: Cuando algo anda mal, o simplemente alguien tiene una pregunta sobre los temas que te competen eres el primero al que todos piden una opinión o ayuda. Tus compañeros hablan con orgullo de tus logros y a menudo te piden que les enseñes a hacer las cosas que mejor te salen.
- A tu empresa la está yendo bien: La compañía se encuentra actualmente en un ciclo de crecimiento y es perfectamente rentable. Existen proyectos a futuro y la moral de la oficina es realmente buena. Te sientes orgulloso de esto y asumes responsabilidad al respecto. Te encanta formar parte de algo más grande.
- Tu opinión tiene valor y peso: A la hora de proponer una idea, una solución o un nuevo proyecto, tus palabras son tomadas en cuenta por los tomadores de decisiones. A menudo te consultan sobre situaciones relativas a tu puesto, o incluso ajenas. Eres una voz relevante en el gran entramado de las cosas.
- No te molesta realizar tareas cotidianas: Por supuesto que nadie disfruta de realizar trabajo repetitivo, pero sabes que en tu posición esto es una parte fundamental y no molesta realizarlo. No lo sientes una carga, sino sólo un requisito para luego dedicarte a las cosas que realmente te interesan en el resto de tu tiempo disponible dentro de la jornada laboral.
- El dinero no te preocupa: Tienes un paquete de beneficios y una remuneración que te permite mantener un nivel de vida cómodo. Por supuesto que te gustaría ganar más, pero sientes que siempre existe esa posibilidad. Es común que la empresa otorgue aumentos o bonos por buen desempeño.
- Te fascina el trabajo de tu jefe: Envidias sanamente las tareas y responsabilidades de tu superior inmediato. Te encantaría algún día poder ocupar su lugar o encontrarte en una posición similar. Esto te motiva y significa que te encuentras preparado para encarar un sendero de crecimiento dentro de la empresa.
- Tienes autonomía y flexibilidad: Dentro de las posibilidades de tu puesto tienes poder de decisión sobre cuestiones centrales. Más allá del trabajo propiamente dicho, dispones de tu tiempo y si necesitas ausentarte unas horas por motivos personales, la empresa lo comprende. Se te evalúa en función a tus objetivos y no a tus horas trabajadas.
- No faltan oportunidades de crecimiento: Has tenido ascensos, o sabes que tienes acceso a ellos. El dinamismo de la empresa te permite estar seguro de que tarde o temprano las posibilidades llegarán. No conoces a nadie estancado hace años en un puesto mientras añora tener otro. Tienes la certeza de que, si los resultados se dan y existe la vacante, tu jefe no dudará en confiarte las responsabilidades de un cargo más alto.